Ilustración de El largo Viaje al Océano de las Tormentas
El largo Viaje al Océano de las Tormentas

El amor lo embriagaba todo antes de nuestra partida, consumíamos los últimos años de la década de los sesenta y estábamos en París, donde los típicos tópicos parecían revelarse como grandes verdades. ¡Ah! ¡París y el amor! Con unas magníficas vistas a la Torre Eiffel desayunábamos, aún embriagados por los recuerdos de la noche anterior. En el televisor del bar repetían una y otra vez las imágenes que habían conmocionado al mundo esa misma noche, los primeros pasos del hombre en la luna. Miré a mi compañera de viaje y fue como mirarme en un espejo, la misma expresión de idiota que seguro se me había quedado a mí, porque llevábamos ya tres días trepidantes en los que no habíamos dedicado ni un segundo a reparar en lo que el ser humano acababa de alcanzar. Súbitamente, cambió su gesto en otro, profundamente reflexivo, y tras pensarlo unos instantes me miró fijamente para lanzarme una pregunta muy simple.

- ¿Tú te lo crees? Cuesta pensar que hayamos podido llegar tan lejos ¿no te parece?

- ¡Uf! – exclamé un tanto divertido por su inesperada salida – pero ¿tú sabes lo que me estás preguntando? Mira, desde los griegos nos venimos cuestionando la realidad. Ya sabes, el eterno dilema de la caverna y su juego de sombras. Pues bien, eso que ya preocupaba a los griegos no solo sigue sin solución, sino que se hace más lejana su respuesta porque la realidad cada día está más oculta bajo capas y capas de cebolla, enterrada en una caverna cada vez más profunda y oscura. Si en algo hemos mejorado como especie es en enterrar la verdad, y a la ya oscura caverna inherente a la naturaleza de la vida sensorial se suma ahora otra caverna que el hombre excava con sus mentiras, falseando y distorsionando la poca realidad que supone conocer. Las posibilidades para mentir se hacen infinitas, crecen con el tiempo y el progreso, y ya verás como habrá quien venga diciendo que esto es solo una película grabada en un estudio o algo así, apuesto lo que quieras. Y lo dirán simplemente porque es posible, perfectamente posible. Y te digo algo – añadí tornando mi gesto más bien burlón en serio para concluir mi alegato – sea o no verdad solo hay una cosa cierta, ni tu ni yo sabremos jamás si lo es, ni en esto ni en nada tendremos jamás certeza.

- ¡Vaya! Sí que estamos optimistas. O sea, que al parecer hemos pisado otro mundo pero lo poco que sabemos de este en el que vivimos es una mezcla de desconocimiento y ceguera, y ahora también de desbordada imaginación, por los que inventan tu realidad digo, esos que la imaginan y recrean para ti. No te digo que no, pero puestos a imaginar prefiero ser yo misma quien lo haga, y como me gusta pensar que hemos logrado llegar allí arriba elijo imaginar ese mundo en el que sí pisamos la luna. Y también elijo un mundo en el que todo es posible, en el que creer es poder, en el que nuestra imaginación no falsea, sino que es la que forja la realidad. El mundo solo es lo que ves, y ves lo que imaginas y quieres ver, no hay otra realidad. Dicho de otro modo, "imagino, luego es" ¿no te parece?... y punto, no me lo estropees. Pero abre ya los ojos, que las sombras te pueden devorar, querido – terminó con una sonora risotada a la que me sumé.

Concluimos el desayuno y nos reunimos con el resto de nuestros compañeros para volver al encanto de París. Ya de noche y a las orillas del Sena, nos quedamos todos absortos mirando el romántico satélite, casi hipnotizados, mientras nos preguntábamos por el cambio que acababa de dar el mundo tras haber puesto nuestros pies en él. Fue entonces cuando uno de nosotros, sacando su guitarra de la funda, dejó caer una pregunta en apariencia absurda: ¿y si vamos nosotros y montamos una buena allí arriba?

Contra todo pronóstico posible de una realidad imposible, aquella noche estrellada partimos de París rumbo al Océano de las Tormentas. Imagino, luego es.

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"El largo Viaje al Océano de las Tormentas" es la primera obra de "La Trilogía errante del Ensueño y del Ser", y la única de las tres que ya está completamente acabada. Se compone de trece temas: "París en Agosto", "Obsesión", "70 recuerdos", "Mejor lo dejo", "Yembé", "Sin más ni más", "Muñeca", "El despertar", "Mi ciudad tras de ti", "New Orleans", "Nada", "Filosofía" y "Amigo del blues", a los que se añade esta introducción y un epílogo que cierra la obra.

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El largo Viaje al Océano de las Tormentas

LA PARTIDA - UNA INTRODUCCIÓN AL LARGO VIAJE

El amor lo embriagaba todo antes de nuestra partida, consumíamos los últimos años de la década de los sesenta y estábamos en París, donde los típicos tópicos parecían revelarse como grandes verdades. ¡Ah! ¡París y el amor! Con unas magníficas vistas a la Torre Eiffel desayunábamos, aún embriagados por los recuerdos de la noche anterior. En el televisor del bar repetían una y otra vez las imágenes que habían conmocionado al mundo esa misma noche, los primeros pasos del hombre en la luna. Miré a mi compañera de viaje y fue como mirarme en un espejo, la misma expresión de idiota que seguro se me había quedado a mí, porque llevábamos ya tres días trepidantes en los que no habíamos dedicado ni un segundo a reparar en lo que el ser humano acababa de alcanzar. Súbitamente, cambió su gesto en otro, profundamente reflexivo, y tras pensarlo unos instantes me miró fijamente para lanzarme una pregunta muy simple.

- ¿Tú te lo crees? Cuesta pensar que hayamos podido llegar tan lejos ¿no te parece?

- ¡Uf! – exclamé un tanto divertido por su inesperada salida – pero ¿tú sabes lo que me estás preguntando? Mira, desde los griegos nos venimos cuestionando la realidad. Ya sabes, el eterno dilema de la caverna y su juego de sombras. Pues bien, eso que ya preocupaba a los griegos no solo sigue sin solución, sino que se hace más lejana su respuesta porque la realidad cada día está más oculta bajo capas y capas de cebolla, enterrada en una caverna cada vez más profunda y oscura. Si en algo hemos mejorado como especie es en enterrar la verdad, y a la ya oscura caverna inherente a la naturaleza de la vida sensorial se suma ahora otra caverna que el hombre excava con sus mentiras, falseando y distorsionando la poca realidad que supone conocer. Las posibilidades para mentir se hacen infinitas, crecen con el tiempo y el progreso, y ya verás como habrá quien venga diciendo que esto es solo una película grabada en un estudio o algo así, apuesto lo que quieras. Y lo dirán simplemente porque es posible, perfectamente posible. Y te digo algo – añadí tornando mi gesto más bien burlón en serio para concluir mi alegato – sea o no verdad solo hay una cosa cierta, ni tu ni yo sabremos jamás si lo es, ni en esto ni en nada tendremos jamás certeza.

- ¡Vaya! Sí que estamos optimistas. O sea, que al parecer hemos pisado otro mundo pero lo poco que sabemos de este en el que vivimos es una mezcla de desconocimiento y ceguera, y ahora también de desbordada imaginación, por los que inventan tu realidad digo, esos que la imaginan por ti. Pues para ponerse a imaginar prefiero ser yo el que lo haga, y como me gusta pensar que hemos logrado llegar allí arriba elijo imaginar ese mundo en el que sí pisamos la luna. Y también elijo un mundo en el que todo es posible, en el que creer es poder, en el que nuestra imaginación no falsea, sino que es la que forja la realidad. El mundo solo es lo que ves, y ves lo que imaginas ver, no hay otra realidad. Imagino, luego es ¿no te parece? ...y punto, no me lo estropees. Pero abre ya los ojos, las sombras te pueden devorar, querido – terminó con una sonora risotada a la que me sumé.

Concluimos el desayuno y nos reunimos con el resto de nuestros compañeros para volver al encanto de París. Ya de noche y a las orillas del Sena, nos quedamos todos absortos mirando el romántico satélite, casi hipnotizados, mientras nos preguntábamos por el cambio que acababa de dar nuestro mundo tras haber puesto nuestros pies en él. Fue entonces cuando uno de nosotros, sacando su guitarra de la funda, dejó caer una pregunta en apariencia absurda: ¿y si vamos nosotros y montamos una buena allí arriba?

Contra todo pronóstico posible de una realidad imposible, aquella noche estrellada partimos de París rumbo al Océano de las Tormentas. Imagino, luego es.

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"El largo Viaje al Océano de las Tormentas" es la primera obra de "La Trilogía errante del Ensueño y del Ser", y la única de las tres que ya está completamente acabada. Se compone de trece temas: "París en Agosto", "Obsesión", "70 recuerdos", "Mejor lo dejo", "Yembé", "Sin más ni más", "Muñeca", "El despertar", "Mi ciudad tras de ti", "New Orleans", "Nada", "Filosofía" y "Amigo del blues", a los que se añade esta introducción y un epílogo que cierra la obra.

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